miércoles, 28 de abril de 2010

ESPACIOS INTERIORES


A la manera de Proust algunas noches trato de dormir infructuosamente.

Después de un rato de sueño, me despierto agitado por mis ensoñaciones, mezcla de recuerdos y pesadillas, y en el acogedor silencio de la oscuridad de mi habitación vuelvo a dormirme, no sin antes acurrucarme en mi cama en busca del sueño que me esquiva.

Y, en esos momentos de duermevela, mezclo los recuerdos de mi infancia o juventud con mis frustraciones, ilusiones y deseos de adulto, hasta que, recobrada la conciencia, dejo los pensamientos que me entretienen , los reconozco como obsesiones de mi alma y tras respirar profundamente vuelvo a la paz del sueño, generalmente no por mucho tiempo, pues la experiencia se repite, una y otra vez, hasta el alba.

No obstante, si hacemos caso a Nietzsche, esas experiencias Proustianas, habrán venido a contribuir en la formación de mi “yo”, con idéntica fuerza que mis experiencias “reales”, de tal modo que mi propio ser, tal y como está hoy configurado, sería el resultado de la combinación de mi vida real y de mi vida onírica, lo que no deja, al menos, de ser poético.

Sin embargo en esas noches de insomnio acabo cogiéndole miedo a mis “espacios interiores”.
Mi memoria, mi razón y mis principios anidan en ellos, se expanden y lo llenan todo.

Mi memoria, con los recuerdos de lo aprendido, con mis experiencias, mis ilusiones, y mis decepciones –soñadas o reales− tamizadas todas ellas, a través de la razón, por mis principios, mis creencias y mis convicciones, conforman no solo mi forma de pensar, sino también, y por consecuencia, mi forma de ser y de actuar.

Al final llego a una conclusión tranquilizadora:
Si la vida solo fuera, como pretende Camus, la existencia meramente corporal, sin un alma o espíritu más allá de la mera inteligencia fruto de una pura evolución animal, entonces ¿para que asumir el sufrimiento y no adquirir más riesgos que los propios de las personas juiciosas?
No se trataría de ser “justo”, en el sentido peyorativo cristiano, sino tan solo “volteriano”: La existencia del hombre, la mía propia, quedaría así justificada por las aportaciones hechas a los otros, por mis actuaciones meramente materiales.

Sin embargo ello sería tanto como abdicar de mis creencias y de mi educación.
Dios, misericordioso y omnipresente, sería apartado abruptamente de mis pensamientos y de mi conciencia, y esta no me lo consentiría.

Credo quia absurdum (Tertuliano)

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